Los orígenes del graffiti en español
Hablamos
con Gabriela Berti, autora de ‘Pioneros del Graffiti en España’, que
repasa los comienzos de este movimiento y cuenta con abundante material
gráfico lleno de zapatillas, muros y olor a areosol.
Mtlaz Menoti
Lunes 8 de febrero de 2010.
Número 119
En el libro fechas la entrada del hip hop y del graffiti en España en 1985, ¿qué ocurrió ese año?
El hip hop con sus cuatro elementos: breakdance, DJ,
rap y grafitti no llegan al mismo tiempo. Lo primero que entra es el
break en 1984. En 1985 se empieza a ver más graffiti y lo último que
llega es la música. No hay una fecha concreta en la que todos comiencen
a hacer hip hop, sino que la gente empieza a producir sus piezas con un
estilo más propio a partir del 85. Como es una cultura popular tampoco
hay un manifiesto de inicio.
- Foto: Kapi
Con respecto al grafitti, en 1985 empieza a verse de
forma más sistemática. En Madrid, por ejemplo, antes del graffiti Hip
Hop existían los flecheros, que, aunque no pertenecían al mismo grupo,
en algunos casos tuvieron puntos en común con el graffiti. Lo que más
impulsó el inicio de éste en esos años fue la entrada del breakdance a
través de películas; en ellas se veía que los que bailaban tenían un
nombre grupal y lo escribían en las calles. Imitando esa estética, los
primeros graffitis tenían que ver con poner ese nombre, con alguna
frase alusiva a la actividad como “Do it break” o una imagen
relacionada con la actividad del baile. Todo esto da comienzo a la
escena del graffiti en España. Películas como Flashdance, que se
estrena en 1983, Breaking o Beat Streets, que se estrenaron en 1984,
mostraban escenas de la vida en Los Ángeles o Nueva York y fueron
creando el escenario visual para que la gente se largara a las calles a
pintar. En poco tiempo, de este graffiti apegado al break, se llega a
un graffiti más centrado en los elementos gráficos y no tan
referenciales a la danza.
Hablas del “plus energía” que aportaron a la ciudad ¿a qué te refieres con ello?
El graffiti comienza con fuerza en las calles de
Madrid, Barcelona y Alicante, lo que yo llamo en el libro el “triángulo
de oro” del graffiti. En 1985, en la feria de Arco, hay una galería que
trae obra de escritores de Nueva York. Ésta se considera la entrada
institucional del graffiti en España. Esto creó un revuelo muy grande
entre artistas, teóricos, intelectuales, estetas… que, salvo
excepciones, lo consideraron un arte menor. A la vez, muy pocos de los
pioneros del graffiti se acercaron a ver esta exposición. Me consta que
en Arco casi abandonaron las piezas que habían traído y que parte de
ellas fueron recogidas por el personal de limpieza o de montaje.
En resumen, el graffiti no ingresó por su parte más
teórica o las instituciones del arte, sino que salió de las calles.
Para esto hay varias razones y una de ellas es que los que comenzaron a
hacerlo eran muy jóvenes, gente que, normalmente, tenía entre 14 y 18
años. Aunque tuvieran aptitudes para el dibujo, la academia o lugares
como Arco todavía les quedaban muy lejos.
¿Qué otras cosas definen a los escritores de la vieja escuela de los que hablas en tu libro?
En el periodo que hay entre 1985 y 1990 se da un tipo
de graffiti artesanal, me refiero a que no hay una industria generada
en torno a él. Hasta 1994 no surge una empresa específicamente dedicada
al mundo del spray para graffitis. Usaban aerosoles domésticos hechos
para pintar electrodomésticos o coches. Los importados, que se
introdujeron después, eran muy caros.
Los escritores, transformaban los sprays o inventaban
sus rotuladores de trazo ancho con la espuma de los borradores de tiza
y envases de carretes de fotos con el fieltro dentro. Todo da la idea
de un graffiti mucho más artesanal o de andar por casa.
También hay que destacar cómo se obtenía la
información: sin móviles, sin internet, en una época en que poca gente
hablaba inglés... Cuando alguien tenía información de Londres, Francia
o EE UU, la difundía de forma artesanal con fotocopias de las
fotografías. A finales de los ‘80 comienzan a hacerse fanzines, con
fotografías fotocopiadas y retales de información conseguida con
dificultades. Henry Chalfant fotografíó la escena de graffiti
originaria de EE UU (hizo libros y películas) y estuvo en Barcelona un
par de veces. La información que Chalfant trajo se multiplicó de forma
exponencial. Se enviaba por correo postal el programa de mano de una de
sus conferencias en la que incluía un glosario de términos.
¿Han crecido los límites entre “escritores” y “artistas”?
Hay una idea falsa, a nivel global, de que el graffiti
no tiene que ver con la academia. Pero cuando comenzó, la academia y
las instituciones del arte prestaron atención a lo que pasaba en la
calle. Ejemplos de esto son Basquiat o Keith Haring, que coquetearon
con lo urbano. Warhol no hizo graffiti, pero fue la cabeza de este
grupo. Los primeros escritores en EE UU hicieron exposiciones en
galerías o universidades desde el principio del movimiento.
Definir el graffiti sólo por el soporte es un poco
pobre. Pero esto no va en contra del hecho de que el graffiti tiene una
relación importante con el espacio urbano, es propio de la ciudad.
Desde hace unos años, el arte urbano incluye muchos
elementos además del graffiti: intervenciones sobre el mobiliario,
contrapublicidad, plantillas, bricolaje urbano, etc. Todos estos
elementos tienen una larga tradición que, en algunos casos, se remonta
un siglo atrás. Que no sea nuevo no significa que no haya una forma
diferente de hacerlo, que marca una ruptura con estos antecedentes.
Lamentablemente las ciudades se vuelven más reaccionarias sobre el uso
del espacio público, parece que éste sólo está destinado para el Estado
o para las grandes corporaciones.
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